MASCOTAS... AMOR SIN CONDICIONES

Hace tiempo atrás tener una mascota era casi un asunto exclusivo para niños. Se adoptaba, compraba o simplemente se recogía un cachorro de la calle y se llevaba a casa. Se le dejaba un envase viejo para su comida y otro para agua. Y quizá una vacuna antirrábica y un desparasitante. Hoy día el asunto ha cambiado. Y es que tener una mascota -llámese perro, gato, aves, peces, tortuga, iguana, o cualquier otro- es no solo una responsabilidad sino también una gran satisfacción. Las mascotas forman vínculos únicos con sus humanos. La cultura con respecto a la tenencia de mascotas se ha enriquecido, se ha concientizado a la gente en contra del maltrato y hasta estudios científicos han demostrado su poder curativo en ciertas condiciones de salud. Estos seres que nos alegran la vida son herramienta importante en la etapa de la niñez para enseñarles a tener responsabilidades a nuestros pequeños. Al crecer con nuestros hijos hacia el difícil periodo de la adolescencia, también aprenden el valor de una verdadera amistad, una incondicional que se extenderá por el lapso de sus vidas. Crecen, se van del hogar, crían sus propias familias y casi siempre va a completar sus espacios una mascota que no solo va a dar la imagen de familia completa, sino que aportará el ingrediente perfecto para darle dulzura y diversión al ambiente familiar. Pero ¿qué pasa si la familia se rompe? o ¿Si los hijos al crecer por sus estudios se van de casa? Quien estará allí incondicionalmente son nuestras amadas mascotas, para con su presencia, sus lametazos en nuestro rostro, su ronroneo en nuestro costado o hasta una mirada profunda de "Aun me tienes a mí", estarán para consolarnos, darnos compañía y recordar que su amor es sin condiciones. Luego llega la vejez, muchas veces solitaria, acontecida, dolorosa. Ya los hijos no están. Los nietos vienen de visita esporádicamente. Las enfermedades y los años han hecho mella en el cuerpo a tal grado que no se pueden realizar todas las actividades que se realizaban antes y hay que permanecer la mayor parte del tiempo en casa. Hay tanto silencio. Tanto tiempo y espacio para darle paso fácil a la nostalgia que puede convertirse muy prontamente en una depresión. Y es allí donde nos planteamos... Que falta hace tener un perrito, o un gatito que de motivos para levantarse. Que con sus caricias hagan sentir que se tiene el cariño que por otros medios no se tienen a diario. Que con sus travesuras dibujen en el rostro la amplia y hermosa sonrisa que se empieza a volver escasa. El infinito e incondicional amor que nos brindan nuestras mascotas no es comparable a nada. Solo ellos son capaces de perdonarnos nuestros desfogues de mal humor mal dirigido hacia sus pequeños cuerpos peludos. Solo ellos son capaces de sentir nuestro dolor de una manera muy singular y absorber esas energías negativas y pesadas que muchas veces no sabemos controlar. Solo ellos a través de su cristalina mirada pueden decir un transparente “te amo” total y absolutamente creíble. A Dios debemos dar gracias por crear para nuestro deleite a tan maravillosos seres, sobre todo a los que fungen como nuestros mejores amigos…Las Mascotas